martes, 11 de febrero de 2014

Un diario de viaje - Enero 2011

El avión.
Primero: es muy raro volar. Volar. Contar hasta cinco y estar en el aire. A la buena de dios.
Transcurre de una forma rara el tiempo en el aire. Todo es mucho y se pasa volando.
Aterrizar es exactamente el reverso de despegar: contar hasta cinco y estar otra vez en la tierra. El aterrizaje se aplaude, como una película.

Chubascos y viento.
Hay que arrancar. Tal como lo dijo el pronóstico, hay chubascos y viento. Un chubasco es exactamente un chubasco; palabra y fenómeno son idénticos.
Damos vueltas otra vez (nos pasa esto en esta ciudad) Con los pilotos sobre las mochilas, parecemos pequeños trenes.
Salimos con lluvia. "Arrecia" contra los vidrios, que se empañan. En conjunto, nos resignamos a no ver el paisaje.

Volver.
Parece mentira pero ahí está, tal como lo recordaba. Volver a un lugar en el que se estuvo y que permanece en la memoria como una imagen clara pero remota, volver y encontrarlo tal como lo dejamos, es lo más parecido a materializar un recuerdo.
Está el muelle, las frutillas, Facha y Pampa, el perfume, las flores, los relieves. Estoy yo y, sin embargo, soy más otra que el paisaje.
Me gustan los lugares a los que siempre se puede volver.

El encuentro.
No lo puedo creer, pienso. Se acerca y nos abrazamos. Qué hacemos acá. Lo mismo, ya sabemos. Las casualidades siempre tienen algo de obvias.
Me voy masticando todo lo que fue y será, todo lo que no fue ni será; doy una vuelta y llego al mismo punto exacto: todo es lo que debe ser, y nada más.

Dedo.
Resulta que el lugar está a dos coma cinco, tres, cuatro kilómetros, según a quién le preguntemos. Emprendemos la caminata. Yo voy haciendo dedo y él se fastidia porque no quiere estar parando a cada rato. Empiezo a caminar marcha atrás, con el pulgar en alto. Nadie nos lleva.
Avanzamos bastante. Llegamos hasta un camping anterior y entonces sabemos que ya caminamos un kilómetro y medio. Descansamos cinco minutos y en ese interín, nos levanta una motorhome. Es un desorden total adentro. Tiene una tv de por lo menos 21 pulgadas. Es un matrimonio. Viaja con ellos un señor mayor, sentado a la mesa y totalmente absorto. No pronuncia palabra. No nos mira.

Camping.
Recuerdo haberme dormido esa noche con el arrullo del lago.
Los días pasaron volando, pero, al mismo tiempo, con cierta parsimonia de caballo. Juntamos leña, hicimos fuego, mejoramos.
El último día fue extraordinariamente lindo.
Irse fue una mezcla de tristeza y no sé qué. Descubrimos la bondad de dejar partir ciertas cosas. Dejarse partir, sabiendo que se abandona un lugar al que siempre se puede volver.