miércoles, 20 de mayo de 2015

Santa María Novella


Me asalta, de pronto, la imagen de esa tarde en Florencia en la que no entramos a la Basílica.
Dimos vueltas, lo recuerdo bien, por la parte más marginal de la ciudad, buscando no sé bien qué. El barrio era de inmigrantes al norte de la plaza; recuerdo que remitía vagamente al Once.
Eran los días en que estabas harto de pasear. Era caro, Florencia. No teníamos plata, o no queríamos gastarla. No sabíamos ya qué hacer, pero no quisimos entrar a la Basílica; estabas harto de las iglesias, y no insistí.
Buscamos un bar con mesas en la calle. Era un pub irlandés; estaba vacío. Pegaba lindo el sol de la tarde, y me sacaste una foto con mi sombrero naranja. En el fondo de la foto está la Santa María Novella. Ahí fue donde, según Boccaccio, se dieron cita los y las jóvenes que escapaban de la peste. Arreglaron para fugarse a una finca fuera de la ciudad, lejos de la muerte y la desolación. Y allí fueron, a retozar, bucólicos, entre cuentos y bailes y banquetes.
Pero nosotros no entramos.
Elegimos la peste.